Las otras noticias
El comentario de Roberto Rodríguez Tejera.
La noticia debiera haber tomado vuelo mucho antes. El secuestro de casi 300 niñas de una escuela en Nigeria debía haber sido noticia de primera plana desde el primer momento; pero no fue así. Quizás fue porque no había imágenes y en el mundo moderno si no hay imágenes, no hay noticias. O quizás fue porque fue en Africa. No sé. No quiero pensar en eso. Prefiero señalar, que aunque tarde, el mundo esta reaccionando.
Por otra parte, Nigeria, en las últimas horas, aunque a regañadientes, ha tenido que aceptar la ayuda que desde los primeros momentos de esta tragedia le ha estado ofreciendo la comunidad internacional para tratar de rescatar a estas criaturas.
Lo más doloroso de todo, es que ha tenido que suceder para que empecemos a conocer las terribles condiciones en que viven las mujeres africanas. Encerradas en un mundo de ignorancia, mitos y prejuicios, la mujer africana, en su gran mayoría, ha sido la principal víctima de la violencia que ha sacudido a Africa desde el traumático proceso de descolonización que sacudió a todo ese continente a partir de la década de los 60.
¿Qué pasa en África? me decía un amigo mío. ¡Son unos salvajes! Me decía otro, con un marcado prejuicio racial. Explicar Africa, es explicar los grandes traumas de las inmorales y criminales políticas de descolonización que impusieron los poderes coloniales cuando la realidad les obligó a darle fin a su control sobre territorios que nunca fueron de ellos.
Impulsados, principalmente, por la soberbia, la ambición,- y el deseo de controlar más allá de su forzada partida,- los poderes imperiales jugaron con los mapas de sus antiguas colonias e impusieron geografías ingobernables para los nacientes gobiernos que emergían. Como política de estado se fomentó la corrupción, el odio, la guerra. Las grandes empresas, en su afán de controlar los recursos naturales de las emergentes naciones, no dudaban en asesinar, provocar golpes de estado y hasta guerras civiles.
El mercenario blanco se convirtió en la muestra más visible de los intereses coloniales. Las armas se pagaban con la sangre de los que no sabían a ciencia cierta porqué morían y con los recursos que hubieran podido sacar de la miseria a esas pueblos; oro; diamantes; maderas preciosas y lucrativos contratos petroleros. En medio de esa baraúnda: la guerra fría.
El fin del conflicto Este/Oeste, excusa y justificación para muchos de estos desmanes, vino aparejado con la insaciable ambición de los mercaderes de la guerra. Las víctimas propicias: mujeres y niños.
Salvar a la humanidad de estos conflictos heredados del colonialismo es empezar a ver de forma crítica las geografías postcoloniales: causa de la mayoría de conflictos del siglo 20 y semilla de la discordia en el siglo 21. Esas aberraciones geográficas no desaparecerán con la globalización, si no con el dibujo de nuevos mapas y la creación de verdaderas confederaciones. Ojalá esta tragedia sirva para provocar una seria discusión acerca del futuro de Africa y de su más importante recurso: sus mujeres y sus niños
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